domingo, 30 de mayo de 2010

NOVENA AL SANTISIMO SACRAMENTO.




COMPUESTA EN EL AÑO 1882 CON MOTIVO DE LA ADORACIÓN COTIDIANA QUE SE PRÁCTICA EN LA SANTA CAPILLA DE CARACAS VENEZUELA, POR EL PRO. DR. JUAN BAUTISTA CASTRO.
Esta Novena se publica con el IMPRIMATUR de fecha 6 de junio de 1996 del Emmo. Sr. Cardenal Ignacio Velazco, Arzobispo de Caracas.


A la Novena al Santísimo Sacramento, compuesta y publicada en el año 1892 por el Pbro. Dr. Juan Bautista Castro con motivo de la Adoración cuotidiana, que se práctica en la Santa Capilla de Caracas, (1882-1971), Analectas de Historia Eclesiástica Venezolana, Caracas 1993, (pp.14=15.27=38.)
Para cada día de la Novena, se han agregado lecturas bíblicas concordantes con las oraciones y la meditación…Se ha adaptado un poco el lenguaje: Hoy en día, no nos dirigimos a Dios en la segunda persona del plural=con el Vos=, sino en la segunda persona del singular=con el Tu. También se han remplazado algunos vocablos: por ejemplo, en lugar de Pontífice, se ha puesto Sumo Sacerdote, porque el contexto es claramente el de la Carta a los Hebreos (cf. Heb. 7,11 28).
Además, se han querido indicar las citas y profusas alusiones bíblicas…

Todos los elementos de esta Novena son originales del Pbro. Dr. Castro, con la excepción de la primera oración del día séptimo, tomada de “La Imitación de Cristo” de Tomás Kempis (Thomas von Kempen), y de los Actos de Adoración a ofrecerse todos los días después de la segunda oración. Es probable, que los Gozos al Santísimo Sacramento, con los que se concluye cada día, tampoco sean del Pbro. Dr.
En efecto este ejercicio es una hermosísima muestra de la acendrada piedad de su autor, que comprueba una vez más el juicio emitido por Mons. Constantino Maraei:

“Hablar de Monseñor Castro es romper el velo de una religión autentica, donde el Pan vivo descendido del cielo es anfiteatro real de Resurrección hacia la eterna vida; recordar a Mons. Castro es otear horizontes donde el Sol de Dios jamás se oculta, porque él como Cristo es luz de verdad, que permanece eternamente; hablar de Mons. Castro es navegar en una nave, donde las brisas del Espíritu Santo siempre soplan por barlovento en las velas de un corazón que navega en el mar de Dios”.

Al editar nuevamente esta novena, no se puede sino abrigar las mejores esperanzas de que contribuirá a afianzar el nuevo auge de la devoción al Santísimo Sacramento en Venezuela, y a hacer conocer aún más la piedad eucarística de Mons. Juan Bautista castro, de santa e inmortal memoria.

Pbro. Ramón Vinke.
Caracas, 6 de junio de 1992.
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.


ADVERTENCIAS PARA HACER ESTA NOVENA

El Santísimo Sacramento es el Misterio de todos los días del año. Por esto la Novena, que hoy publicamos, puede hacerse en cualquier tiempo. Se hará, sin embargo, con especial fruto en los días de la Octava del Corpus, empezando la víspera de la festividad.

Guárdese, si es posible, en cada día de la Novena, una hora de silencio en honra del que guarda nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.

Comúlguese los nueve días,

Hágase la Novena delante de la Exposición del Santísimo Sacramento o delante del Tabernáculo, siempre que se pueda.

Practíquese alguna mortificación durante la novena, porque la oración con penitencia es la más eficaz.

Al hacer esta novena no seamos egoístas, sino que junto con nuestras propias necesidades encomendemos también las de nuestros parientes, amigos, bienhechores, etc.; acordémonos del Papa, de la Santa Iglesia, de las necesidades públicas de nuestra Patria, y roguemos muy particularmente por los que gobiernan, a fin de que lo hagan según los dictados de la Divina Ley. Tal es, en efecto, la voluntad de Dios, como nos lo ha dicho el Apóstol San Pablo (cf. Rom 13, 1-7; Tit 3, 1-2; 1 Pe 1, 13-17).

Y como esta Novena ha sido escrita con motivo de la Exposición cuotidiana del Santísimo Sacramento en la Santa Capilla de Caracas, Venezuela, pídase también a nuestro Señor Jesucristo, que consolide esta Institución y la haga fecunda para la regeneración cristiana y moral de Venezuela.
Que estas piadosas oraciones y meditaciones aumenten la gloria de nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, y cooperen a la Salvación de las almas.



NOVENA AL SANTISIMO SACRAMENTO.


ACTO DE CONTRICION. (todos los dias)


Señor mío Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar, te adoro desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y te doy gracias de lo íntimo de mi corazón por la institución de este inefable Misterio, en el cual nos has mostrado tu inmensa caridad. Confuso vengo y lleno de dolor por la ingratitud con que hasta ahora he correspondido, ¡Oh Jesús mío!; a tu infinita piedad: Me has llamado muchas veces; he escuchado las invitaciones de tu amor, y no sólo no he correspondido a ellas como debía, sino que te volvía la espalda y te despreciaba. Tú no te has cansado de esperar, y aquí estoy, Salvador mío, con el deseo de que tu presencia y compasión triunfen al fin de mi funesta rebeldía. Por la constancia amorosa e invencible con que sufres en el Santísimo Sacramento todos nuestros ultrajes, por el Sacrificio sangriento de nuestra Redención, en cuya memoria instituiste la adorable Eucaristía, perdóname mis muchos pecados, cura mi pobre alma, y haz que, fortalecida con este divino manjar, emprenda con valor y perseverancia el camino de las virtudes cristianas, hasta conseguir la eterna salvación. Amén.



DIA PRIMERO

JESUCRISTO EN LA SAGRADA EUCARISTIA ES NUESTRO PADRE AMANTISIMO


ORACION

En la Víspera de tu pasión instituiste, ¡Oh Salvador nuestro!, el dulcísimo Sacramento de tu amor (cf. Mc. 14, 22-25; Mt 26, 26-29; Lc. 22,15-20, 1Cor 11,23-25).
Quisiste esperar aquella hora suprema para que entendiésemos que en este Misterio nos dejabas toda la ternura y todas las maravillas de tu Corazón.
¡Oh Testamento eterno del más amable de los padres!, ¡pueda yo comprender tu valor y el poder misterioso y eficaz que tienes para regenerar y salvar nuestras almas! Jesús mío, que has hecho por mí estas grandes cosas, que has esforzado de este modo tu diestra, a favor mío, enséñame a comprenderte, a amarte y a servirte fielmente en el Santísimo Sacramento. ¡Que este Misterio adorable sea mi consuelo y esperanza en la vida y en la muerte! Amén.


LECTURA BÍBLICA

Del Santo Evangelio según San Lucas 15, 11-32

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuándo lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces se dijo:”Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en las manos y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”. Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y el replicó a su padre: “Mira: En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido, tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.


MEDITACION:

JESUCRISTO EN LA SAGRADA EUCARISTIA ES NUESTRO PADRE AMANTISIMO.

El Padre es el jefe de la casa y de la familia.
El hogar se siente protegido y vive plenamente confiado en aquel que lo ha formado, y lo preside; y dirígese con su autoridad y con su amor. Tal es Jesucristo en el Santísimo Sacramento en medio de la familia cristiana. El es amparo, la protección y la defensa. El hijo que se pierde es porque se va lejos de este divino hogar, donde nuestro amoroso Padre nos dirige, nos sostiene y nos salva. “Hijitos míos!” (Jn 13,33), decía Él a sus discípulos con ternura infinita. ¡Y cuán bien supieron éstos comprender el amor de Jesucristo, y cómo le sirvieron y se sacrificaron por Él cual hijos fidelísimos!
¿Qué amor has tenido tú a este Padre tan generoso y tan amante? ¡Ah!, con tus repetidos pecados no has sido hijo, sino atormentador cruel de este Corazón, que te ha amado tanto en el Santísimo Sacramento.
Ya es tiempo de que vuelvas arrepentido al hogar de misericordia y de gracia, que tan locamente abandonaste.

ORACION

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros” (Lc 15,18-19.21). Así clamo a Ti ¡Oh Jesús mío!, de lo intimo de mi corazón a imitación del hijo pródigo, a quién no vacilé en seguir en su extravío.
Ábreme tus brazos amorosos Padre, que yo no me apartaré jamás de ellos. Amén.

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SEGUNDO DIA

JESUCRISTO EN EL SANTISIMO SACRAMENTO ES NUESTRO REY



ACTO DE CONTRICION

ORACION:

No quisiste sufrir, ¡Oh Salvador nuestro!, el estar separado de nosotros después de tu ascensión a los cielos (cf. Mc 16,19; Lc 24, 50-51; He 1, 9-11): El amor que nos tienes no te los permitió, esforzaste, si así podemos decir, tu omnipotencia para realizar este grande y profundo Misterio.
Estás con nosotros, Señor: Estás aquí al alcance de mis ojos, de mi mano, y puedo traerte cuando quiera mi corazón.
¡Cuánto tiempo he perdido culpablemente lejos de Ti! Me pesa, ¡oh Jesús mío!, y te pido humildemente perdón por tanta indiferencia e ingratitud.
Tú has querido estar siempre conmigo, y yo quiero estar siempre contigo. Aquí me tienes a tus pies; bendíceme y fortifícame para cumplir este propósito en todos los días de mi vida. Amén.


LECTURA BÍBLICA

Del Santo Evangelio según San Juan 18,28-40
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: “¿Qué acusación presentan contra este hombre?”
Le contestaron: “Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos”. Pilato les dijo: “Llévenselo ustedes, y júzguelo según su ley”. Lo judíos le dijeron: “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”.
Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: ”¿Eres tú el Rey de los judíos?”
Jesus le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi? Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿Qué has hecho?”
Jesus le contestó: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.
Pilato le dijo: “Con que, ¿tú eres Rey?”
Jesús le contesto: “Tu lo dices: soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pilato le dijo: “Y, ¿Qué es la verdad?” Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro en él ninguna culpa.
Es costumbre entre ustedes que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Quieren que les suelte al Rey de los judíos?” Volvieron a gritar: “A ese no, a Barrabas”. El tal Barrabas era un bandido.


MEDITACION.


JESUCRISTO EN EL SANTISIM O SACRAMENTO ES NUESTRO REY.

La dignidad real fue dada a Jesucristo por su Padre (cf. Lc 22,29), que lo constituyó Rey de los siglos, y le dio por herencia las naciones de la tierra (cf. Sal 2,8). Jesucristo quiso conservar su título de Rey aún entre las ignominias de su pasión. “Tú lo dices: Soy Rey”, contestó Él a Pilato, pues “para esto he venido al mundo”, (Jn 18,37); Lc 23,38, Jn 19,19-22). Adora, pues, esta soberanía y esta dignidad real de tu Salvador. Él es el Rey de nuestras almas, el Rey del pueblo cristiano, aquí en el Santísimo Sacramento. Nosotros, sus hijos y súbditos muy felices, estamos obligados a dar testimonio y a reconocer públicamente la soberanía de Jesucristo. Escucha cómo los cristianos rebeldes y apóstatas, persiguiendo al Divino Salvador en su doctrina, en su Vicario, que es el Papa, en su Iglesia, en sus sacerdotes, en sus sacramentos, gritan como los judíos en el día sangriento de la pasión: “¡No queremos que éste reine sobre nosotros!” (Lc 19, 14).
¿No te habrás asociado tú muchas veces a ese clamor infernal con tus pecados, con tu silencio culpable, con tus respetos humanos? Medítalo bien, y llora las traiciones secretas o públicas que has hecho a tu Señor, a tu Rey, a este Rey pacífico, que no quiere reinar sobre ti sino para hacerte feliz. Proponte trabajar en la propagación del Reinado Eucarístico de Jesucristo, y que no te arredren en este trabajo penas ni sacrificios, pues serás más bien recompensado.

ORACION

Te reconozco por mi Rey, ¡Oh Jesús mío!, y no quiero que nadie más que Tú reine sobre mí. Perdóname mis cobardías pasadas, y dame tu gracia para que yo sostenga valerosamente tu soberanía pública y social, esta soberanía que en vano quieren arrebatarte tus enemigos, y con la cual serás el triunfador por los siglos de los siglos. Amén.

Hágase aquí la PETICION.



ORACIONES PARA TODOS LOS DIAS:

ACTO DE CONTRICION (arriba)
ACTOS DE ADORACION
ORACION A NTRA. SRA. DEL SANTISIMO SACRAMENTO
GOZOS AL SANTISIMO SACRAMENTO



ACTOS DE ADORACION
I. Te adoro, ¡Oh Padre Eterno!, y te doy gracias por el amor infinito con que te dignaste enviar a tu Hijo unigénito para que redimiera y se hiciese manjar de mi alma. Te ofrezco todos los actos de adoración y las acciones de gracias que te tributan los Ángeles y Santos en el cielo, y las almas justas en la tierra. Te alabo, te amo y te doy gracias con todas las alabanzas, el amor y agradecimiento con que este mismo Hijo tuyo te alaba, te ama y te agradece en el Santísimo Sacramento; y te ruego hagas que El sea conocido, amado y honrado de todos, que se le den gracias dignamente y se le reciba en este Sacramento Divinísimo.

PADRENUESTRO, AVEMARIA Y GLORIA.

II. Te adoro, ¡Oh eterno Hijo!, y te doy gracias por el amor infinito con que por mi quisiste tomar la carne humana, nacer en un pesebre, ser educado en un taller, y padecer hambre, sed, frio, calor, penas, trabajos, desprecios, persecuciones, azotes, espinas, clavos y muerte en el madero durísimo de la Cruz. Te rindo gracias con toda la Iglesia militante y triunfante por la infinita caridad con que instituiste el Santísimo Sacramento para manjar de mi alma. Te adoro en todas las Hostias consagradas del mundo; te doy gracias también por aquellos que no te conocen ni te tributan gratitud. Quisiera dar la vida para que sea conocido amado y honrado en este Sacramento de amor e impedir las irreverencias que se cometen y los sacrilegios que se ejecutan. Te amo, Jesús mío, y deseo amarte y recibirte con el amor, la pureza y los afectos de tu Santísima Madre, con el amor y perfección de tu mismo purísimo Corazón. ¡Ah, Esposo amantísimo de mi alma!, obra en mi cuando vienes a mí sacramentalmente aquellos efectos por los cuales vienes a mí, y haz que yo muera primero antes que recibirte indignamente.

PADRENUESTRO, AVEMARIA Y GLORIA.

III. Te adoro, ¡Oh eterno Espíritu!, y te doy gracias por el amor infinito con que obraste el misterio inefable de la Encarnación, y por la infinita caridad con que formaste de la sangre purísima de la Virgen María el Cuerpo Sacratísimo de Jesús para darlo sacramentalmente en manjar de mi alma. Te ruego, que ilumines mi mente y purifiques mi corazón y los de todos los hombres para que conozcamos este gran beneficio del amor, y recibamos dignamente el Santísimo Sacramento.

PADRENUESTRO, AVEMARIA Y GLORIA.


ORACION A NUESTRA SEÑORA DEL SANTISIMO SACRAMENTO.

¡Salve, Oh María, arca de oro que contiene el maná (cf.Ex 16), que es Cristo, dulzura inefable de nuestras almas! ¡Salve, oh mesa purísima en la cual nos alimentamos con el pan vivifico y celestial! ¡Oh María!, tú eres la que nos das con amor el pan verdaderamente substancial y viviente, Jesucristo en la Santísima Eucaristía. Concédenos, dulcísima Señora, que conozcamos y amemos cada día más las riquezas y maravillas del Santísimo Sacramento. Tú fuiste el Tabernáculo más puro que la tierra ha ofrecido a este Misterio: Enséñanos a recibirle con pureza. Que nuestras adoraciones y Comuniones sean por ti, ¡Oh Madre nuestra! Agradables a Jesucristo para nuestra dicha del tiempo y de la eternidad. Amén.

V Nuestra Señora m del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros.


Dígase ahora tres veces la siguiente JACULATORIA:

V Alabanzas y gracias sean dadas en todo momento al Santísimo y Divinísimo Sacramento.
R Y bendita sea por siempre la Santa e Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María.


GOZOS AL SANTISIMO SACRAMENTO

Para que mi alma respire
En tu gracia y en tu amor,

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

¡Salve , Santo Sacramento,
Maravilla del amor!
¡Salve, insigne Monumento
De la Gloria del Señor!
Hoy mi alma agradecida
Canta Himnos en tu honor:

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

En la noche de la Cena
En mi pensabas, Jesús,
Y anegado en honda pena
Pensabas en mí en la Cruz.
Tú nunca me has olvidado,
Yo a Ti mil veces, Señor;

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Mientras tu cuerpo precioso
Nos dejabas en herencia,
En un Concilio ominoso
Preparaban tu sentencia.
Y pues sufriste paciente
El ósculo del traidor,

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Por causa de mi pecado
Sudaste sangre en el huerto,
Y tu rostro delicado
Fue de salivas cubierto
Y pues tan grandes afrentas
Las sufriste por mi amor.

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Al ver tus heridas santas
Sangre por mí derramar,
Quisiera, mi bien, tus plantas
Con mis lágrimas regar.
Perdonaste a Magdalena
En premio a su tierno amor;

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Lloró Pedro amargamente,
Porque te negó tres veces,
Y apuró del penitente
El cáliz de amargas preces;
Yo mil veces te he negado,
¿Por qué no lloro, Señor?

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Tus llagas serán el puerto
Que del mal me abrigará;
De mi vida en el desierto
Tu cuerpo será el maná
La Cruz será mi bandera,
Que es del infierno el terror.

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

¡Corazón de mi Jesús,
Jesús de mi corazón!
¡Oh la pasión de la Cruz!
O la Cruz de la pasión!
Quiero compartir contigo
Tus dolores y tu amor,

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Hijo pródigo en el mundo,
Disipé tu santa herencia,
Y manché en el lodo inmundo
La túnica de inocencia.
Hoy vengo, Padre, a pedirte
Una limosna de amor.

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

¡Salve, amable Prisionero,
En los grillos del amor,
De tu pobre carcelero
Divino Libertador!
Yo seré tu centinela,
Mi consigna es darte honor.

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

¡Salve, Principe del cielo,
Que en este trono de amor
Cubres con místico velo
Tu divino resplandor!
Yo será tu cortesano,
Seré tu guardia de honor,

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

¡Salve Prenda de la Gloria,
Testamento del amor,
Que de su muerte en memoria
Nos dejara el Salvador!
Canten ángeles y hombres
Himnos de eterno loor!

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!

Para que mi alma respire
En tu gracias y en tu amor,

No me alejes de tu mesa,
¡Oh mi dulce Salvador!