jueves, 29 de octubre de 2015

Carta a los catolicos Conservadores Perplejos

Carta a los “conservadores” perplejos

[In Exspectatione] Apelación vibrante y, a su vez, ponderado diagnóstico de una crisis que ni los peores agoreros hubieran previsto hace unas décadas. Describe con no huraño verismo las condiciones en las que hoy se desenvuelve esa piedad ausente de los templos mayores, de las parroquias.Y propone algo concreto. 
Publicado originalmente en Radio Spada, al pie del texto original puede leerse la lista de los adherentes.
Nos dirigimos a vosotros, queridos interlocutores, ahora que ha llegado el final de este Sínodo, al tiempo que contemplamos el montón humeante de escombros de la doctrina católica sobre el matrimonio. De aquel imponente edificio sobre cuyos cimientos fue edificada durante siglos la civilización cristiana, no queda casi nada. Aligerado el divorcio, archivada la indisolubilidad, entronizada en el altar del derecho canónico la subjetividad más desenfrenada, de la antigua sacralidad de la nupcias católicas no quedan sino sombras confiadas a la buena voluntad individual y relativizadas por una pastoral que ha neutralizado la doctrina. Eso sí: todo se ha consumado con la exaltación simbólica de la doctrina pero empujándola por sus espaldas al fango de una falsa pastoral.
En esta coyuntura nos ha parecido necesario escribiros, no sin cierto temor, como se escribiría a un amigo a quien se ha dejado de frecuentar hace tiempo y con quien se ha perdido la familiaridad. Vosotros sois aquellos que han intentado en las últimas décadas “salvar lo salvable”, eligiendo una y otra vez siempre un “mal menor” (que coincidía gradualmente y siempre más con el mal mayor); nosotros somos aquellos que han tratado de defender el Bien mayor, con nuestras limitaciones y con las consecuencias que esto implica.
Os escribimos desde nuestros sótanos oscuros, desde nuestros cobertizos convertidos en decorosísimas capillas, desde húmedas capillas privadas de provincia; os escribimos desde nuestros barrocos bajo-escaleras honrados por la celebración de la Misa católica, por la administración de los Sacramentos y por la enseñanza de la recta doctrina.
Os escribimos agradeciendo a Dios, que nos ha concedido la gracia y la fortuna favorable de recalar en estos pequeños espacios, en donde planeamos permanecer mucho más tiempo, y movidos por amistoso espíritu de benevolencia, a pesar de la dolorosa separación teológica que a menudo ha distinguido nuestro intercambio con vosotros.
Podríamos dirigirnos al pasado, reprochando vuestras pías ilusiones, vuestras cautelas, vuestras estudiadas prudencias, incluso, a veces, vuestro calculado desprecio hacia nosotros, pero no lo haremos: preferimos reconocer vuestro dolor sincero de hoy, la perplejidad respecto de la actual aceleración de la crisis de la Iglesia, la consternación frente a los dichos y a los hechos de Bergoglio y sus acólitos.
Aníbal no está a las puertas: se encuentra dentro de la ciudadela de Dios, Aníbal está entronizado en el castillo. Lo que os pedimos, entonces, es un acto de fe y luego, por supuesto, de coraje, y al mismo tiempo un acto de reconocimiento histórico del pasado en conformidad con una eficaz y coherente “hermenéutica de la discontinuidad”. El “católico conservador” ha creído posible redimensionar el alcance revolucionario y subversivo del Concilio Vaticano II, se ha acunado con las ilusiones de la Nota Praevia,ha llorado con el Credo de Paulo VI, juró sobre laHumanae Vitae, aceptó la imposición universal del Novus Ordo, abandonando a menudo la Misa romana a la custodia de unos pocos -y libres. Cuando llegó Juan Pablo II alabó su anticomunismo restaurador, contentándose con que rigiera (al menos periodísticamente) sobre la moral, mientras la vergüenza del ecumenismo y de una eclesiología destartalada y bochinchera salpicaban de escándalos el Cuerpo Místico. Más aún, con Benedicto XVI el “católico conservador” creyó haber tenido ganada la partida, mientras los sutiles y modernistas sofismas del docto bavarés, como en una falsa restauración, insinuaban nuevas etapas del curso revolucionario.
Pensamos que la medicina de la Verdad no puede separarse de la benevolencia: por eso os escribimos hoy, pidiéndoos reflexionar sobre la realidad eclesial y que elijáis el camino angosto de la afirmación de la Verdad católica toda entera, sin simulaciones y sin alteraciones. Esta elección implica una separación, una dislocación de los católicos de hoy en pequeños grupos que se esfuercen y combatan para mantener un católico y vandeano “retorno al bosque”, a la espera de poder volver a las iglesias hoy ocupadas por el culto del Hombre y de sus pasiones antes que por el Culto Divino.
¡Llegó la hora de dar el paso! ¡Llegó la hora de reconocer el árbol por sus frutos! ¡Llegó la hora de decir dónde está el problema: en el Concilio Vaticano II!
Nuestras energías están disponibles, el Buen Combate nos aguarda y nosotros os esperamos a nuestro lado.
Os damos las gracias por vuestra atención.
In Christo Rege et Maria Regina.
Fuente Blog Adelante la Fe.
http://www.adelantelafe.com/ Recomiendo que se suscriban por e mail sus articulos son muy interesantes y acompañan nuestro penar.
Me siento identificado con lo de las capillas ocultas en nuestros garajes, comedores o salas de estar, mientras las Iglesias y Capillas un día rebosante de fieles cada día están mas vacías, y cada vez lo estarán mas, pues los adulterinos, los pervertidos, odian a la Iglesia y odian toda obra que venga de Dios pues son hijos de al oscuridad y no quieren salir de ella, a algunos ganara la Iglesia Herética modernista, surgida del Concilio Vaticano II, el Huevo de la Serpiente, pero hoy con el "Papa Bergoglio" , el Cuerpo Mistico de Cristo esta gangrenado, putrefacto, arruinado... Perros y lobos rabiosos, eso si con olor a oveja, estan destrozando, demoliendo a mazasos la Iglesia, mientras algunos obedientes al grado del fariseismo que tanto critica... Bergoglio... A esos papolatras, que obedecen y obedecerán cualquier herejía inmunda que salga de los modernistas protegidos y alentados por ese que se dice Obispo de Roma, magnánimo en la misericordia... Ese falso católico, que todos dicen iluminado por el Espíritu Santo. Ese y sus secuaces modernirtas no tienen limites en la hora de la destruccion de los pilares que hicieron a nuestra fe catolica y a esos tibios que permanecen obedientes al gran hereje... Esos que dicen pero lo dice el Papa, aunque vaya en contra de todo lo que se nos enseño... Esos son los tibios a los cuales el Señor dice bien claro a los tibios, los vomitare... A donde esta el Opus Dei y sus "fuerzas conservadoras" Mentiras.... Puras mentiras... A donde están las ordenes y organizaciones religiosas pro familia, en vez de ser aplaudidores baratos, de las baratijas que nos ofrece este hombre que se dice nuestro Papa Obispo de Roma, antropocentrista, negador sutil y no tan sutil de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de la realeza de cristo, que no es para el otro mundo, sino que como catolicos, tenemos el deber, la obligación de defender para este mundo. En fin yo me adhiero firmemente a las fuerzas tradicionalistas de la Iglesia, que es el unico bastion que quedara, frente a los herejes modernistas.  Gott mit uns! De esta opinion en negrita, no tiene nada que ver el Blog adelante la Fe, es un comentario del que yo me hago cargo J.L Ventrice.

Declararion de SER Monseñor Fellay Superior General de la FSSPX sobre el Sínodo.


La Relación final de la segunda sesión del Sínodo de la familia, publicada el 24 de octubre de 2015, lejos de manifestar un consenso de los padres sinodales, constituye la expresión de un compromiso entre posturas profundamente divergentes. En ella se puede ver que se recuerdan ciertos puntos doctrinales sobre el matrimonio y la familia católica, pero también se notan lamentables ambigüedades y omisiones, y sobre todo brechas abiertas en la disciplina en nombre de una misericordia pastoral relativista. La impresión general que se desprende de este texto es la de una confusión que no dejará de ser explotada en un sentido contrario a la enseñanza constante de la Iglesia.
Por esta razón, nos parece necesario reafirmar la verdad recibida de Cristo sobre la función del Papa y de los obispos (1) y sobre la familia y el matrimonio (2), cosa que hacemos en el mismo espíritu que nos llevó a dirigir al Papa Francisco una súplicaantes de la segunda sesión de este Sínodo.
1 – La función del Papa y de los obispos[1]
Como hijos de la Iglesia Católica, creemos que el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, es el Vicario de Cristo, al mismo tiempo que es la cabeza visible de toda la Iglesia. Su poder es en sentido propio una jurisdicción a la que, tanto los pastores como los fieles de las Iglesias particulares, cada uno de ellos por separado o todos ellos reunidos, incluso en concilio, en sínodo o en conferencias episcopales, quedan obligados por un deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia.
Dios ha dispuesto así las cosas para que, manteniendo con el obispo de Roma la comunión y la profesión de una misma fe, la Iglesia de Cristo no sea sino un solo rebaño bajo un solo pastor. La Santa Iglesia de Dios ha sido divinamente constituida como una sociedad jerárquica en la que la autoridad que gobierna a los fieles viene de Dios, a través del Papa y de los obispos que le están sometidos. [2]
Cuando el Magisterio pontificio supremo ha dado la expresión auténtica de la verdad revelada, tanto en materia dogmática como en materia disciplinar, no les corresponde a los organismos eclesiásticos con autoridad de rango inferior –como las conferencias episcopales– introducir modificaciones en él.
El sentido de los sagrados dogmas que ha de conservarse a perpetuidad es el que el magisterio del Papa y los obispos han enseñado de una vez por todas y del que nadie puede jamás separarse. Por consiguiente, la pastoral de la Iglesia cuando ejerce la misericordia ha de comenzar remediando la miseria de la ignorancia al dar a las almas la verdad que las salva.
En la jerarquía instituida así por Dios, en materia de fe y de magisterio, las verdades reveladas han sido confiadas como un depósito divino a los Apóstoles y a sus sucesores, el Papa y los obispos, para que lo guarden fielmente y lo enseñen con autoridad. Este depósito está contenido, como en sus fuentes, en los libros de la Sagrada Escritura y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de boca del propio Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros.
Cuando la Iglesia docente declara el sentido de estas verdades contenidas en la Escritura y la Tradición, lo impone con autoridad a los fieles para que lo crean como revelado por Dios. Es erróneo decir que al Papa y a los obispos corresponde ratificar lo que les sugiere el sensus fidei o la experiencia común del Pueblo de Dios.
Como ya habíamos escrito en nuestra Súplica al Santo Padre: «Nuestra inquietud brota de la condenación que San Pío X hizo, en su encíclica Pascendi, de la acomodación del dogma a pretendidas exigencias contemporáneas. Pío X y vos, habéis recibido la plenitud del poder de enseñar, de santificar y de gobernar en la obediencia a Cristo, que es el Jefe y el Pastor del rebaño en todo tiempo y en todo lugar, y de quien el Papa debe ser el fiel vicario sobre esta tierra. Lo que ha sido objeto de una condenación dogmática no puede convertirse, con el tiempo, en una práctica pastoral autorizada».
Esto es lo que llevó a Mons. Marcel Lefebvre a escribir en su Declaración del 21 de noviembre de 1974: «Ninguna autoridad, ni siquiera la más alta en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos. «Si ocurriese —dice san Pablo— que yo mismo o un Ángel bajado del cielo os enseñase otra cosa distinta a lo que yo os he enseñado, sea anatema». [3]
2 – El matrimonio y la familia católica
Acerca del matrimonio, Dios ha provisto al crecimiento del género humano instituyendo el matrimonio, que es la unión estable y perpetua de un hombre y de una mujer [4]. El matrimonio de los bautizados es un sacramento, ya que Cristo lo elevó a esta dignidad; por lo tanto, el matrimonio y la familia son de institución divina y natural.
El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos, que ninguna voluntad humana podría excluir realizando actos que le son opuestos. El fin secundario del matrimonio es la ayuda mutua que se dan los cónyuges, así como el remedio de la concupiscencia.
Cristo estableció que la unidad del matrimonio sería definitiva, tanto para los cristianos como para todos los hombres. Esta unidad goza de tal indisolubilidad que no puede romperse nunca, ni por la voluntad de ambas partes ni por ninguna autoridad humana: «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».[5] En el caso del matrimonio sacramental entre bautizados, la unidad e indisolubilidad se explican, además, por el hecho de ser el signo de la unión de Cristo con su esposa.
Todo lo que los hombres puedan decretar o hacer contra la unidad e indisolubilidad del matrimonio no corresponde ni a lo que exige la naturaleza ni al bien de la sociedad humana. Además, los fieles católicos tienen el deber grave de no unirse únicamente por el vínculo del matrimonio civil, sin tener en cuenta el matrimonio religioso prescrito por la Iglesia.
La recepción de la eucaristía (o comunión sacramental) requiere el estado de gracia santificante y la unión con Cristo mediante la caridad; la comunión aumenta esta caridad y significa al propio tiempo el amor de Cristo por la Iglesia, que le está unida como Esposa única. Por consiguiente, las personas que deliberadamente viven juntas en una unión de concubinato o incluso adúltera van contra las leyes de Dios y de la Iglesia, porque dan el mal ejemplo de una falta de justicia y de caridad, no pueden ser admitidas a la comunión eucarística y son consideradas como pecadores públicos: «El que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio»[6]
Para recibir la absolución de los pecados en el ámbito del sacramento de la penitencia, se requiere tener el firme propósito de no pecar más y, consiguientemente, los que se niegan a poner término a su situación irregular no pueden recibir una absolución válida.[7]
En conformidad con la ley natural, el hombre no tiene derecho a usar su sexualidad sino en el matrimonio legítimo y respetando las leyes fijadas por la moral. Por lo tanto, la homosexualidad contradice el derecho divino natural. Las uniones realizadas fuera del matrimonio, de concubinato, de adulterio e incluso homosexuales, son un desorden contrario a las exigencias de la ley divina natural y por lo tanto constituyen un pecado. No puede reconocerse en ellas parte alguna de bondad moral, ni siquiera disminuida.
Ante los errores actuales y las legislaciones civiles contra la santidad del matrimonio y la pureza de las costumbres, la ley natural no admite excepciones, pues Dios, en su sabiduría infinita, al darnos su ley ha previsto todos los casos y circunstancias, a diferencia de los legisladores humanos. Por ello no puede admitirse una moral denominada de situación, que se propone adaptar las reglas de conducta dictadas por la ley natural a las diferentes culturas. La solución de los problemas de orden moral no ha de someterse tan sólo a la conciencia de los esposos o de los pastores, y la ley natural se impone a la conciencia como regla del obrar.
La solicitud del Buen Samaritano con el pecador se manifiesta por medio de la misericordia que no transige con su pecado, lo mismo que el médico que quiere ayudar eficazmente a un enfermo a recuperar la salud no transige con su enfermedad, sino que le ayuda a deshacerse de ella. Es imposible liberarse de la ley evangélica en nombre de una pastoral subjetiva que, aunque recordara universalmente tal ley, la aboliría caso por caso. Nadie puede conceder a los obispos la facultad de suspender la ley de la indisolubilidad del matrimonio ad casum sin exponerse a que se vuelva sosa la doctrina del Evangelio y quede troceada la autoridad de la Iglesia. Pues, en esta perspectiva errónea, lo que se afirma doctrinalmente podría negarse pastoralmente, y lo que está prohibido de jure podría estar autorizado de facto.
En esta confusión extrema, le corresponde en adelante al Papa –conforme a su cargo y en los límites que le ha fijado Cristo– volver a expresar con claridad y firmeza la verdad católica quod semper, quod ubique, quod ab omnibus [8], e impedir que esta verdad universal sea práctica y localmente contradicha.
Siguiendo el consejo de Cristo: orate et vigilate, rezamos por el Papa: oremus pro pontifice nostro Francisco, y permanecemos vigilantes: non tradat eum in manus inimicorum ejus[9], para que Dios no lo entregue en manos de sus enemigos. Suplicamos a María, Madre de Iglesia, que le conceda las gracias que le permitan ser el fiel intendente de los tesoros de su divino Hijo.
Menzingen, 27 de octubre de 2015
+ Bernard FELLAY
Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
[1] Concilio de Trento, sesión 4ª; concilio Vaticano I, constitución Dei Filius; decreto Lamentabili, n° 6.
[2] Mt 16, 18-19; Jn 21, 15-17; constitución Pastor aeternus del concilio Vatican I.
[3] Gál 1, 8.
[4] Gén 2, 18-25
[5] Mt 19, 6.
[6] Lc 16, 18.
[7] León XIII, Arcanum divinae sapientiae; Pío XI, Casti connubii.
[8] San Vicente de Lerins, Commonitorium.
[9] Oración pro summo Pontifice.

miércoles, 28 de octubre de 2015

María Santísima, destructora de todas las herejías


Sin fe no puede haber caridad, pero sin caridad puede haber fe, pero es una fe muerta. Sin fe, por otra parte, la caridad es imposible, porque no se puede amar a Aquel que no se conoce. La fe es conocimiento verdadero y certísimo de Dios (aunque no es evidente, ni directo “por propia especie”), y constituye por ello la norma del recto amor hacia Él. La ortodoxia es, así, la condición de la ortopraxis. Ortodoxia y ortopraxis son entrambas necesarias para entrar en el Reino de los Cielos: “sin fe no se puede agradar a Dios” (cf. Hb. 11,6), pero también “al atardecer de la vida seremos juzgados en la caridad” (San Juan de la Cruz, Palabras de luz y de amor, 1, 57). La Inmaculada Virgen, hecha Iglesia, es maestra de fe y maestra de caridad. Por ser maestra de la caridad debe ser maestra de la fe, y por ser maestra de fe debe ser también la que revele las herejías, que corrompen la Fe privándola de su valor salvífico.
La Virgen María es la reveladora de todas las herejías porque es la enemiga victoriosa del “padre de la mentira” (Jn. 8,44), que es también el padre de todas las herejías. El “padre de la mentira” es el diablo, y todos aquellos que tienen al diablo por padre son mentirosos como él, y la mentira que más aman es la herejía, porque corrompe la Fe, impide la caridad y, con ello, el ingreso en el Reino de los Cielos.
La imagen bíblica que mejor representa a la Virgen reveladora de las herejías es elprotoevangelio (Gn. 3,15), y su mejor interpretación iconográfica es aquella de la tradición franciscana. En ella se puede ver a la Madre y al Hijo juntamente victoriosos sobre la serpiente infernal: esta es golpeada simultáneamente sobre la cabeza por la Cruz empuñada por Cristo y por el pie inmaculado de la Virgen.
Sin embargo, después de 2000 años de evangelización, es necesario hablar, no solo de herejía, sino también de verdadera y propia apostasía, o sea del abandono total de la Fe por parte de masas enteras de población. La constatación es de Juan Pablo II: “La cultura europea da la impresión de una apostasía silenciosa de parte del hombre satisfecho, que vive como si Dios no existiera.” (S.S. Juan Pablo II, Angelus del 13/07/03)
Y, si hace 10 años la apostasía era silenciosa, ahora clamorea y agrede. El por qué de esta inquietante y dolorosa situación se podría buscar en la lógica del “ya pero todavía no”: la victoria de la Virgen es ya en acto, pero todavía no plenamente. Como el Reino de Cristo. El gran retraso respecto del mandato misionero universal es directamente proporcional al retraso con que se acepta su modo mariano: Regnum Christi venit per Mariam (El reino de Cristo viene por María).
En Occidente, sin embargo, no sólo estamos retrasados, sino que estamos en claro retroceso. El Regnum Christi (Reino de Cristo) está perdiendo mucho terreno bajo los golpes de la herejía, del laicismo estatolátrico y del Islam. Como en el S. VII, en que el Islam conquistó el norte de África y el Medio Oriente, que estaba infectado de la herejía maniquea, nestoriana, monofisita, monotelita, etc., así ahora está conquistando aquellos sectores de la Europa infectados de la apostasía, o de la herejía neo modernista, que es la síntesis de todas las herejías (cf. San Pío X).
Fuente: R. P. Alejandro M. Apollonio, F.I., Editorial “Gaude Virgo María, cunctas haereses sola intermisisti in universo mundo, Inmaculada Mediadora revista internacional de teología mariana, Italia 2012.
Fuente de la que se tomo el presente articulo, Arcadei - www.arcadei.org/blog

Importancia de la confecion frecuente


Acercándose la conmemoración de todos los fieles difuntos, meditemos la importancia de estar siempre en gracia y de confesarse frecuentemente, con esta visión que tuvo Santa Teresa de Jesús. Así la cuenta ella:
Habiéndose muerto un cuñado mío súbitamente, y estando yo con mucha pena por no haber podido confesarse, se me dijo en la oración que así había de morir mi hermana, que fuese allá y procurase se dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no me dejaba ir, díjelo otras veces. Ya como esto vio, díjome que fuese allá, que no se perdía nada.
Ella estaba en una aldea, y, como fui, sin decirla nada la fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy buena e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta costumbre y muy buena cuenta con su conciencia, se murió sin verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo acostumbraba, hacía poco más de ocho días que estaba confesada.
A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en el purgatorio. Me parece aún no serían ocho días cuando, acabando de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba a la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a mi compañera (1), que, así como murió, vino a mí muy espantada de ver cómo se había cumplido.
Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae de las almas para que no se pierdan.
(1) Su amiga doña Guiomar de Ulloa, a quién le había contado la visión.
Fuente: Cfr. Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, Cap. 34, 19.

Fraternidad Sacerdotal San Pio X Distrito América del Sur.

FSSPX Mar del Plata.
Recordación enviada por nuestro Capellán.
Capellán Reverendo Pater Ezequiel Rubio.

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

Indulgencias

A partir del 01 de noviembre, los fieles pueden ganar una INDULGENCIA PLENARIA, aplicable solamente a las almas del PURGATORIO, con las CONDICIONES HABITUALES:
       * Confesión (debe hacerse dentro de los 8 días anteriores o posteriores al 2);
       * Comunión (cada indulgencia requiere una comunión);
       * Una oración por las intenciones del Sumo Pontífice (las cuales son: la exaltación de la Iglesia, la propagación de la Fe, la extirpación de las herejías, la conversión de los pecadores, la concordia entre los príncipes cristianos y los demás bienes para el pueblo cristiano);
       * Visita a una iglesia (catedral, parroquia o franciscana), donde se deben rezar un Padrenuestro y un Credo;
* Además del desapego al pecado venial voluntario (condición “sine qua non”).

Asimismo, del 01 AL 08 DE NOVIEMBRE, los fieles pueden ganar —cada día— con las CONDICIONES antedichas, una INDULGENCIA PLENARIA APLICABLE A LAS ALMAS DEL PURGATORIO, si visitan un cementerio (en vez de ir a una Iglesia) y allí rezan (aunque sólo sea mentalmente) una oración por los Difuntos.

---Solo puede ganarse una Indulgencia Plenaria por día.---

domingo, 25 de octubre de 2015

!Viva Cristo Rey!

Mar del Plata 25 de Octubre de 2015


Como manda la Tradición de la Iglesia hoy recordamos y aclamamos a Nuestro Señor Jesucristo como Rey del Universo, Rey de nuestro Mundo, Rey de Nuestra Patria, Rey de Nuestras Familias, Rey de nuestra sociedad. Nos catolicos tradicionales deseamos que el Reino de Cristo, nos algo lejano, algo que llegue después del Día del Juicio, Cristo debe reinar ya entre nos fieles catolicos, y para que eso ocurra cada uno de nos debe ser un soldado y una miliciana de Cristo.
Dando ejemplo con nuestras vidas, ejemplo en nuestras familias, de que si se puede vivir la sana doctrina a pesar y muy a pesar de los "señores" de este mundo.
Por eso a pesar que nos persigan, que nos metan palos en el camino y si es necesario aunque maten nuestro cuerpo, nuestros corazones, nuestra alma siempre gritaran. !Viva Cristo Rey! Sean aplastados los servidores de la antigua serpiente, los servidores de Lucifer. Que todos los servidores del reino de las tinieblas, ya sean laicos, religiosos,  clérigos modernistas, herejes de todo tipo y color, infieles, apostatas, ateos, impíos, sean aplastados por el triunfo final del Inmaculado Corazón de Maria y de Cristo Rey. JL. Ventrice. Sépanlo Cristo Reinara. Gott mit Uns!!!.


Oración de Consagración a Cristo Rey.

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamentenos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.

Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron.

Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz:

¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos!
Amén.
S.S. León XIII