jueves, 4 de febrero de 2016

Fariseísmo ¿de los cristianos tradicionales?

04/02/2016
Fariseísmo ¿de los cristianos tradicionales?

fariseos
Andrea Greco
Escrito por Andrea Greco
El Papa ha dicho: “Los cristianos obstinados en el ‘siempre se ha hecho así’, ‘éste es el camino’, ‘ésta es la senda’— pecan: pecan de adivinación. Es como si fueran a ver a una adivina: ‘Es más importante lo que se ha dicho y que no cambia; lo que siento yo – por mi parte y de mi corazón cerrado – que la Palabra del Señor’. También es un pecado de idolatría la obstinación: el cristiano que se obstina, ¡peca! ¡Peca de idolatría!”, sobre lo cual ya se han hecho muchos y sesudos análisis. Sólo queremos aquí, si cabe, aportar algo más acerca del fariseísmo. Porque esa es, sin dudas, la acusación que se nos dirige. Si no, no es posible entender que el suave y blando “¿Quién soy yo para juzgar?” aplicado a los gays, se transforme en el “pecan, pecan de adivinación… pecan de idolatría” dirigido a los católicos tradicionales.
¿Para qué hablar, para qué gastar estas líneas en escribir? No sería, tal vez, más sencillo y tranquilizador meter la cabeza bajo la tierra como el avestruz y dejar pasar?
Con profundo dolor, en cuanto ellas puedan aplicarse a las situaciones que nos llevan a escribir estas líneas, hacemos nuestras las palabras de Alberto Caturelli en la conclusión de su libro La Iglesia Católica y las catacumbas hoy, cuando expresa:
“¿Por qué escribí este libro?… he vuelto a repasar la doctrina de la tradición de siempre sobre el sacerdocio común de los laicos (…) han de dar testimonio de Él en todo lugar y circunstancia (Lumen gentium, II,10) (…) En la situación actual del mundo su misión [la del laico] se vuelve dolorosísima: el mundo odia al laico católico quien sufre un asedio casi insoportable desde fuera y desde dentro de la Iglesia militante. Por eso he ido escribiendo este libro como testimonio de esa experiencia. Desde el mundo acontece lo que siempre es de esperar: las puertas se cierran, el acoso constante en la Universidad, en el trabajo y en la vida social; las dificultades que provienen de mis propias debilidades y pecados; desde dentro, el progresismo ‘teológico’ infiltrado en la Iglesia, el mutismo hostil, los celos, la persecución silenciosa, el abatimiento y la confusión de ovejas en soledad… el sufrimiento callado”[1].
Ahora parece que esa persecución ya no es silenciosa sino abierta y declarada.
Está claro que, también para nosotros, sería más sencillo, tranquilo y “falsamente prudente” dedicarnos a nuestros problemas cotidianos y despreocuparnos de los problemas de la Iglesia. Seguramente eso disminuiría el asedio que vivimos desde el mundo desde dentro. Pero creemos que como laicos estamos comprometidos con la vida eclesial.
*****
También ha dicho el Papa Francisco “El afán de poder y de tener no conoce límites”(Evangelii Gaudium). Percibimos un abuso de autoridad o intento de manipulación de los creyentes. Se intenta paralizar a los cristianos fustigándolos, se procura sembrar el miedo entre los creyentes al mismo tiempo que se es laxo y condescendiente con el pecado y las conductas reñidas con el Evangelio de Cristo.
Probablemente lo más grave sea justamente este abuso de autoridad en acto o por omisión[2], a propósito de lo cual traemos a colación el texto de Alberto Caturelli sobre el iscariotismo, un duro texto que sirve para mostrar los peligros que se ciernen sobre una Iglesia que no quiere confrontar con el mundo, prefiere castigar con severidad puertas adentro para mostrar toda su blandura puertas afuera.
“Como un gas impalpable que penetra en la Iglesia por alguna grieta (como denunciaba Pablo VI) el iscariotismono quiere “confrontaciones” ni recios testimonios (sí, sí; no, no) sino compromisos equívocos, “ponderados” y “prudentes”… que le permitan seguir viviendo “en paz”con el mundo.
No le preocupa “traer las ovejas perdidas a la Casa del Padre” (que podría costarle hasta el no deseado martirio) sino trasquilar sus ovejas, hacer de ellas obsecuentes cortesanos y desempeñar hasta el fin su papel de mercenario entregado al mundo. El pastor se alía con el Lobo. El iscariotismo acentúa la “enfermedad” radical del hombre, bajo el pretexto de ofrecerle una “mejor calidad de vida” terrena, le lleva a la muerte segunda y a padecer la lepra mortal de la opulencia.
El Iscariote ha sustituido el compromiso con Cristo por la “ética del discurso” (como dicen ciertos “filósofos” actuales) que se funda en el “consenso”… Los iscariotes de la Iglesia y el mundo no se atreven a oponerse a “las mayorías”[3].
Pero volvamos al fariseísmo del que se nos acusa. En el Evangelio se nos presenta la parábola de la oración del publicano y el fariseo. Explica el Padre Leonardo Castellani que:
“El Evangelista al principio de la parábola los define: “unos hombres que se tenían a sí mismos por santos y despreciaban a los demás”; es decir, soberbia religiosa. Queda enten­dido que no siempre fueron así los fariseos: fue un ceto social que se corrompió. En tiempo de Jesucristo eran así. Antes de Jesucristo habían sido la fracción política que mantuvo la tradición nacionalista y antihelenística de los Macabeos. Después de Cristo, fueron el espíritu que inspiró el Talmud y organizó la religión judaica actual: puesto que la destrucción y la Diáspora, que acabó con los Saduceos, no acabó con los fariseos. Es­tos son indestructibles”[4].
Esta es pues la acusación que pesa sobre los católicos tradicionalistas: fariseísmo, soberbia religiosa, tenerse por santos despreciando a los demás.
Y ciertamente que es una acusación importante si, como dice Castellani:
“Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta fórmula: Fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo; o quizás más brevemente todavía:Luchó con los Fariseos.
La vida de Cristo no fue un idilio ni un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad.
Sin el fariseísmo, toda la historia de Cristo fuera cambiada; y también la del mundo entero. Su Iglesia no hubiera sido como es ahora, y el mundo todo hubiese seguido otro derrotero, con Israel a la cabeza: triunfante y no deicida y errante; derrotero enteramente inimaginable para nosotros.
Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano, ni institución sin su corrupción específica”.
Así nos explica Castellani que el fariseísmo es la soberbia religiosa; y como tal  es la corrupción más grande de la verdad más grande: “la verdad de que los valores religiosos son los más grandes”. El hilo es sumamente delgado porque los valores religiosos son los más grandes pero el problema es que “en el momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del diablo”. Por esto es que el gesto religioso, cuando toma conciencia de sí mismo, se vuelve mueca. Sin embargo, nos advierte Castellani: “No quiere decir que uno debe ignorar que es un gesto religioso; quiere decir que su objeto debe ser Dios y no yo mismo”. Por lo tanto, la clave está en el móvil, la intención, el objeto de nuestras oraciones y gestos. Para demostrarlo Castellani nos explica las actitudes del publicano y el fariseo. El publicano decía: “Oh Dios, apiádate de mí, pecador”. El fariseo pensaba: “Estoy rezando: conviene que rece bien porque yo soy yo; y hay que dar buen ejemplo a toda esta canalla”. “No oréis a gritos, como los fariseos, ni digáis a Dios muchas cosas, como los paganos; vosotros cerrad la puerta y orad en lo escondido; y vuestro Padre, que está en lo escondido, os escuchará”. Todos los cristianos hemos de estar en guarda permanentemente para no caer en este tipo de fariseísmo.
Sin embargo hay más.
Castellani a renglón seguido nos dice:
“Decía don Benjamín Benavídez que el fariseísmo, tal como está descrito en los Evangelios, tiene como siete grados: 1- la religión se vuelve exterior y ostentatoria; 2- la religión se vuelve rutina y oficio; 3- la religión se vuelve negocio o “granjería”; 4- la religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al pró­jimo; 5- aversión a los que son auténticamente reli­giosos; 6- persecución a los que son religiosos de ve­ras; 7- sacrilegio y homicidio. Esto me fue dicho, aho­ra recuerdo, en San Juan, la noche de Navidad de 1940, tres o cuatro años antes del Terremoto, cuando yo sa­bía teóricamente que existía el fariseísmo, pero toda­vía no me había topado con él en cuerpo y alma… De modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la sim­ple “exterioridad” (añadir a los 613 preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y olvidarse de lo interior, de la misericordia y la justicia) hasta la “cruel­dad”(es necesario que Este muera, porque está ha­ciendo mucho prodigios y la gente lo sigue; y que mue­ra del modo más ignominioso y atroz, condenado por la justicia romana) pasando por todos los escalones del fanatismo y la hipocresía. Este es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo (que realmente es fácil de ver) que considere solamen­te esto: “la religión suprimiendo la misericordia y la justicia”. ¿Puede darse algo más monstruo?”
En el año de la misericordia: ¿la misericordia es para algunos? ¿Y la justicia?
O sea que esa noción de fariseísmo de la que hablábamos se refiere al primero y segundo grado de este terrible mal, sin embargo hay mucho más…
El abuso y afán de poder está en el fondo del resto de los grados del fariseísmo. Castellani lo sufrió en carne propia: la persecución religiosa dentro de la propia orden jesuítica al punto de ser suspendido y expulsado de la Orden. Castellani sabe de lo que habla pues cuando nos dice que “El fariseísmo, siendo la corrupción específica de la religión, ha existido y existirá siempre; y de vez en cuando demanda víctimas humanas … en el fin de la Iglesia, el fariseísmo se volverá de nuevo tan espeso, que demandará para su remedio la segunda Venida de Cristo“…
Cuáles son las señales del fariseísmo… la hipertrofia de la “disciplina”, los medios convertidos en fines, la tortuosidad y disimulo en el obrar, las pasiones como la codicia y la vanidad vestidas de religión, la rigidez implacable, el chantaje por medio de las cosas sacras, la ignorancia completa de la persona humana, el atropello a la naturaleza y a la ley natural, la falta de misericordia y de justicia substituida por “mandatos de hombres” muertos y metálicos. Y las pruebas supremas: el desprecio a la vida, el odio a la inteligencia, y los sacrificios humanos.
Por lo tanto, tengamos cuidado no sea que la acusación se convierta en un bumerang.
Andrea Greco de Álvarez
[1] Caturelli, Alberto. La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy, Buenos Aires: Gladius, 2006, p. 331.
[2] Canon 1389, C.D.C., 1389  § 1.    Quien abusa de la potestad eclesiástica o del cargo debe ser castigado de acuerdo con la gravedad del acto u omisión, sin excluir la privación del oficio, a no ser que ya exista una pena establecida por ley o precepto contra ese abuso. 2.    Quien por negligencia culpable, realiza u omite ilegítimamente, y con daño ajeno, un acto de potestad eclesiástica, del ministerio u otra función, debe ser castigado con una pena justa.
[3] Caturelli, Alberto. La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy, Buenos Aires: Gladius, 2006, p. 327
[4] Castellani, Leonardo. El Evangelio de Jesucristo. Buenos Aires, Theoria, 1963, p. 279-285. El resto de las citas de Castellani pertenecen a este texto
Fuente: http://adelantelafe.com/
El Antipapa nos ama... sirviendo a herejes, cismáticos, ateos, infieles... siendo el mason en la cumbre de la Iglesia... Lobo con olor a oveja... ¿A quien engaña? Recen por el para que renuncie súbito!!!.

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